SÁBADO, SABADETE
Como cada sábado, llega la mejor rutina de la semana: de comida un inmenso plato de arroz bien entomatado, un cafecito con leche, y a ponerse la camiseta de Boca, los pantalones cortos y las zapatillas de fútbol sala para echar una pachanga con los amigos.
El transcurso del partidillo suele ser siempre el mismo: comienzos prometedores, a los diez minutos estoy que echo los hígados, y en mis estadísticas particulares unos cuantos balones perdidos, ningún gol, un par de pataditas, y todos para casa.
Después una duchita, tocar un rato la guitarra, y a dejarse los cuartos y las pérfidas neuronas por los bares más sucios de la ciudad.
En fin, sábado sabadete: partidillo y acabar mamadete.
Lo peor es que no pido nada más.
El transcurso del partidillo suele ser siempre el mismo: comienzos prometedores, a los diez minutos estoy que echo los hígados, y en mis estadísticas particulares unos cuantos balones perdidos, ningún gol, un par de pataditas, y todos para casa.
Después una duchita, tocar un rato la guitarra, y a dejarse los cuartos y las pérfidas neuronas por los bares más sucios de la ciudad.
En fin, sábado sabadete: partidillo y acabar mamadete.
Lo peor es que no pido nada más.
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